Este libro, DIOS CONMIGO, es una descripción de la parte final de la Reconquista, los útimos años del siglo XII y los primeros del XIII; de 1170 a 1220, aproximadamente. El protagonista es el Calatravo, un personaje de entonces, que no fue miembro de ninguna orden militar sino señor de la guerra, aunque su vida entera se compuso de variados oficios, niño, herrero, criado, soldado, adalid de una hueste al modo de las guerrillas de entonces, y más tarde, tallista de la piedra y constructor de catedrales góticas.
Por estas páginas desfilan personajes de prosapia, nobles, reyes, prelados..., con muchos de los cuales tuvo amistad, y otros no tanto, como las gentes de los campos de los que él procedía, puesto que había nacido en la fortaleza de Calatrava (en pleno corazón de La Mancha), de donde tomó el nombre. Pero también podemos encontrar la descripción de los lugares, la ciudades, los pueblos, los castillos, las llanuras..., y cómo no, los ejércitos y partidas almohades a los que continuo tuvo que enfrentarse. Y sus amores, que nunca faltan en la vida de nadie, como Alaroza, mora que le enseñó muchas cosas, o Leonor, quien había de ser su mujer. ¿Hay más? Por supuesto, hay muchísimo más, pero aquí no lo voy a contar, sino que es preferible sumergirse en sus 500 páginas.
La sinopsis es como sigue:
Un personaje ficticio –Ramón el calatravo–
narra su existencia entera, que se cumplió a caballo de los siglos XII y XIII.
Aprendiz de cantero, agricultor, herrero, siervo, soldado, señor de la guerra y
constructor de catedrales góticas, desde el cenobio que habitó en las postrimerías
de su vida rememora los lances que el albur le llevó a contemplar, entre los
que descuellan la batalla de Alarcos y la de La Nava de la Losa, episodios que
han pasado a la historia con letras mayúsculas.
Bereberes, traficantes, castellanos, reyes, ángeles
y demonios, bailarinas y juglares, nobles y siervos, caballeros y labradores,
gente de armas y de letras, dromedarios, sabuesos, simios, alanos, mulos y
corceles y otros muchos animales que sería excesivo citar, componen la multitud
que poblaba el mundo que le tocó vivir, uno más de los eslabones de la
inagotable cadena de la humanidad, aquella que entre cerradas nieblas persigue
fantasmas para concluir con las célebres palabras que dicen, ¡vanidad de vanidades...!,
todo es vanidad.
Hay personas a las que no les gustan los libros, así que para ellos pongo esto, que también se puede ver, y los que se queden con ganas (de ver más novelas) pueden mirar aquí.