Todo aquello que se refiere a los ferrocarriles, como los
trenes, las vías, las estaciones, la gente que encuentras en el camino..., son
sujetos muy fotogénicos y a los que se ha sacado harta punta con esto de la
fotografía. Como yo he viajado mucho en tren, sobre todo en épocas antiguas,
también tengo muchas, pues es inevitable hacerlas cuando estás embarcado en uno
de esos viajes que a veces se convierten en aventuras que recordarás largo
tiempo. Sin embargo, que nadie piense que se trata de fotos normales, de esas
de vías de tren paralelas en una estación (teleobjetivo) o cosas por el estilo,
que es lo que se lleva ahora, pues, para empezar, casi todas son bastante
antiguas (incluida una que hizo mi abuelo). Además, aquí se recrea la vida
misma y las personas que la protagonizan, a veces veladas, sí, y otras en
sazón, pero es que, si se tiene en cuenta que los ojos ven más que la cámara
–esto no hay que olvidarlo nunca–, pues claro, sucede lo que sucede. En fin, y
como para muestra basta un botón, la dirección es esta:
domingo, 15 de noviembre de 2015
A propósito de los ferrocarriles
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estaciones,
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Camargo Rain, de quien en ocasiones se dijo que era marciano –aunque en general se le tildara sólo de perro verde–, fue sucesivamente estudiante, ala pívot (en el colegio), cabo rojo, escritor de columnas periodísticas, aficionado a la cerveza y otras hierbas, cocinero y músico por afición, maestro de turistas, correcaminos, fotomatón, defensor de la gramática, observador de los cielos estrellados..., pero comenzaré de nuevo porque me estoy liando.
Camargo Rain, que tiene de todo –menos vergüenza–, aparte de hacer un millón de fotos también ha ejercido otras industrias, de las que la menor no ha sido la de escribir novelas, novelas de aventuras diversas, unas ambientadas en la época actual y otras en la más lejana de las lejanías..., novelas de aventuras múltiples para quienes leen con los ojos, que es lo habitual, pero también para quienes lo hacen con los pies (deseando que dejen de hacerlo), que son abundantes; para quienes tienen hambre –que asimismo puede ser de lectura–, y para quienes de improviso necesitan un rato de diversión...
Además, por si lo anterior fuera poco: ¿no es cierto que todos llevamos pintado en la cara cuanto hemos pensado a lo largo de la vida?
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