miércoles, 15 de abril de 2015

Una de mujeres



Hoy voy a hablar de la Orquesta audiovisual de Villagarcía de los Caballeros, entidad emparentada con el Comité del Tigre, instituciones ambas dedicadas a la educación, en especial la musical, y las obras públicas, que, como se sabe, son fuentes de progreso.
Para ilustrarlo voy a poner un trozo de uno de mis libros (este no es más que una historieta de cincuenta páginas que se llama Dos veladas musicales, aunque pasan muchas cosas...), y como se va a ver, es también una apología de las mujeres.

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TEXTO:

Esta es la composición de la que durante muchos años fue la Orquesta de Villagarcía de los Caballeros:
Falla, pianista.
Ringo, percusionista.
Pancho, guitarra.
Charli: toca el bajo, lo que no quiere decir que sepa, y aunque su principal mérito –en esto de la música– estriba en que es el hermano gemelo de Pancho, hace lo que puede y no sale mal parado; tiene buenos maestros, de todas formas.
Falla y Ringo son profesionales de las academias, los conservatorios y las orquestas, y saben latín. Pancho no tanto, pero estuvo quince años en un conservatorio y luego no ha dejado de tocar un solo día.
–¿Qué tal vamos?
–Bien. Se le ha entendido todo.
Bueno, pues así están las cosas. Estos se reúnen de tanto en cuanto (a veces cada mes y medio o dos meses) para tocar juntos, en general con motivo de los puentes, que es cuando la gente puede hacerlo...
–Ya. Está la cosa muy mecanizada.
–Pues sí, pero hay que adaptarse.
... y aprovechan para celebrar, paralelamente, jornadas gastronómicas.
–Es que es lo mejor que hay.
–Y más con un buen vino...
Todo esto sucede en una casa de un pueblo, una casa antigua pero moderna, o modernizada, pues por el lado de levante le ha brotado un apéndice a modo de cristalera, o invernadero, que talmente parece que surge de las rojizas y antiguas piedras de la fachada.
–Bueno, lo he arreglado un poco, y es el mejor cuarto en verano. Sólo le da el sol por la mañana, y tampoco de plano, que están la tapia y los árboles más allá de la huerta y siempre tapan algo, y luego queda en sombra y permanece únicamente iluminado por las luces reflejadas desde las casas lejanas.
–¡Hay que ver...!
–Desde luego, ya le digo que es el mejor cuarto de esa casa. En él se pueden hacer maravillas.
–¿De qué tipo?
–Pues maravillas universales, de las que no salen en las hojas de los periódicos dominicales sino que cada cual las lleva dentro.
–Bueno, si es así...
–Pues sí. En el cuarto de marras, que más que un cuarto es una enorme y alargada habitación, aparte de otros muebles, mesas, estanterías, etc., hay dos grupos de sofás: uno enorme y lleno de recovecos ante el ventanal desde el que, cuando está claro, se ve –aunque lejos– el pico de Almanzor(u otro cualquiera), y el otro (el otro grupo de sofás), que no es tan grande, detrás, al fondo. En lo oscuro, que dirían las niñas.
–¿Qué tal?
–¡Huy...!, me encanta. ¿Y aquí es donde tocáis?
–Sí, ya lo ves.
–¡Jo...!
La habitación tira a marrón, es de paredes ocres, mucha madera, dos niveles porque hay unos escalones...; también mucho sofá, dos grupos de ellos..., pero de esto ya se ha hablado.
Lo que se intenta contar fue lo que sucedió cuando se juntó la orquesta de Villagarcía de los Caballeros (Falla, Pancho, Ringo, Charli) con las sobrinas de Falla. Era un sábado.

[...]

Las sobrinas de Falla son tres. La mayor se llama Candelaria; tiene veintidós años, toca el piano, como su tío, y lleva desde los seis en el conservatorio. Las otras dos son gemelas –o mellizas, aunque son casi iguales– y tienen dos menos, también de conservatorio. Estas niñas, que son flautistas, se llaman Teté y Miranda.
Las sobrinas de Falla son unas chavalas guapísimas, por decirlo en plan fino, y cuando se bajaron del coche, después de un largo viaje de tres horas, salieron despendoladas y lo primero que hicieron fue dar besos a todos.

[...]

Las mellizas han dejado las flautas y cantan contorsionándose y dando palmadas mientras leen las partituras. Teté no da algunas notas bajas.
–¿Y a ti qué te pasa? –le pregunta su tío en una de las pausas.
–No sé. Será el catarro.
Aquella primera vez tocaron todo lo que se les ocurrió, Bahía, Proud Mary, Oh! Carol, Corazón loco, Pretty woman, Roberta, Runaround Sue e incluso esa que se conoce como My way; todo muy salteado.

[...]

Y esta sería buena ocasión para preguntar,
–¿Y cómo suena el rock and roll tocado con dos flautas solistas?
–Bueno..., ¡fantástico...! ¡No veas las cosas que fueron capaces de hacer con el Mary Lou...! Y a dúo, ¿eh?... Que lo diga Ringo.
–No, sí, estas saben leer... Además, a las niñas les gusta mucho.
–¿Cuál? ¿El Mary Lou?
–No. El rock and roll.
–¿Cuál...? ¿El ambientillo?
–No. El rock and roll.
–Ah, sí, eso sí; de toda la vida. ¡Se ponen como locas! Aún me acuerdo...

[...]

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MÚSICA:

Aquí debajo coloco un enlace, en donde, audiovisualmente, se puede ver y escuchar algo de estos asuntos a los que me he referido, una de las tocatas de la Orquesta de Villagarcía de los Caballeros, que, a la postre, se ha convertido en una apología de las mujeres.


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